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Mente, voluntad y corazón en el carisma paulino

Madre Oliva Cattapan

 

Esta bella historia de nuestra querida Madre Oliva inicia cuando ella nació en Castelfranco, Veneto, It., el 10 de mayo de 1920, fue bautizada el 15 de mayo del mismo año. Ingresó a la Congregación el 26 de octubre de 1936, emitió sus primeros votos el 25 de marzo de 1940 y sus votos perpetuos el 25 de marzo de 1947. En 1948, un año después de su Profesión perpetua, fue enviada a España donde vivió junto con los Padres Paulinos, las consecuencias de la 2da Guerra Mundial, forjándose aún más en el espíritu de pobreza paulina que asimiló y vivió toda su vida.

Llena de esperanzas llegó a México en 1953, contándose entre las primeras 4 hermanas que fundan la Congregación en México, y por tanto de la construcción de la casa. Para ella México era la tierra prometida y con su sencillez de espíritu, su limpieza de corazón, su exquisita caridad se ganó el corazón de los Mexicanos. Dejándonos una heredad de vitalidad, de entusiasmo, de celo apostólico, de amor intenso a las vocaciones, a la Congregación, a la Familia Paulina y a la Iglesia.

La recordamos como una mujer fuerte, dulce, tierna, apacible, decidida, con una fe a toda prueba y un amor intuitivo, dinámico con el que traspasó no solamente los confines de su Patria, sino también de la Ciudad de México. Llegó a la Guadalajara en 1965 donde tuvo a su cargo la construcción de las dos casas que tenemos en san Pedrito, Tlaquepaque.

A ella nuestra gratitud por haberlo dato todo en nuestra tierra mexicana: mente, voluntad y corazón al Maestro Divino y al carisma paulino, las Pías Discípulas mexicanas vivieron con ella como una Madre que las apoyaba y sostenía en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Madre Oliva permaneció entre nosotras hasta el día de su partida al cielo. Se caracterizó por una sonrisa que transmitía la alegría de la vocación con la que vivía en la cotidianidad, por la felicidad de la vida consagrada gastada en la libertad y en el amor de la donación al proyecto de Dios, esto solo se explica con su programa de vida[1].

Enero: un solo amor

Febrero: un solo triunfo, sufrir

Marzo: un solo fin, reparar

Abril: un solo recuerdo, la pasión

Mayo: un solo refugio, María

Junio: un solo abrigo, el Tabernáculo

Julio: un solo tesoro, el Sagrado Corazón

Agosto: un solo esfuerzo, querer

Septiembre: un solo apoyo, la Cruz

Octubre: Una sola alegría, la Eucaristía

Noviembre: una sola fuerza, la gracia

Diciembre: un solo deseo, las almas

Con este programa de vida las hermanas mexicanas recordamos la bella presencia de Madre Oliva Cattapan, y agradecemos a Dios por su testimonio, por animarnos en la misión y ver siempre adelante en fidelidad al carisma del Beato P. Santiago Alberione.

Ya en una carta fechada en 1997, comunicaba dificultades en su salud y un diagnóstico que no era tranquilizador, mostrando que aceptaba todo de las manos de Dios para su gloria y para el bien de la Congregación, no sólo, sino de la Familia Paulina.

Fue hospitalizada el 10 de noviembre de 1997 por una neoplasia cerebral. Durante el período de su enfermedad siguió demostrando su capacidad de aceptar y vivir intensamente la voluntad de Dios, sin dejar de difundir a su alrededor la fe convencida y serena que parte de la paz interior e irradia paz. Una feliz coincidencia: regresó a la Casa del Padre cuando aún no había despuntado en México el día 26 de enero de 1998, memoria de los santos Timoteo y Tito.

Concluimos con una frase de Sor M. Oliva, que expresa su interioridad y espíritu apostólico:

Ofrezco todo por la Familia Paulina, por las necesidades de la Iglesia, por estas hermanas que son joyas sagradas, por los sacerdotes para que sean santos.

[1] Tomado de sus escritos espirituales

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