Rita Dal Masetto – Hna. M. Tiziana
Nací en Fratte, una aldea en el municipio de Santa Giustina en Colle, provincia de Padua, el 18 de octubre de 1937. Primogénita de siete hijos, mis padres Antonio Dal Masetto y Basso Ester nos criaron y nos educaron en la fe con la ayuda de la abuela paterna: Maddalena. Nuestro párroco, P. Vittorio Fabris me ha transmitido la pasión por la oración, por la Santa Eucaristía y por la vocación a la vida religiosa.
Muy a menudo, misioneros y sacerdotes visitaban nuestra parroquia comunicando con gran entusiasmo su vocación y fascinando a los jóvenes de Acción Católica, tanto que de mi familia somos tres hermanas de sangre entre las Pías Discípulas del Divino Maestro.
He recibido la primera Comunión a la edad de siete años y un pensamiento desde aquel día habitaba en mi joven corazón: ¡quiero ayudar a Jesùs!
Mi tía, la Hermana M. Gemma Dal Masetto estaba en la Congregación de las Pías Discípulas, visitaba a menudo a la familia con la esperanza de obtener de sus abuelos asistencia práctica y financiera para las crecientes necesidades de la Congregación. Eran los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, los abuelos compartían generosamente su cosecha y los productos agrícolas. Las visitas del Sr. M. Gemma y sus hermanas nos alegraban con su presencia y con numerosos libros, ¡tanto que precisamente a través de esas lecturas me permitieron comprender que estaba llamada a vivir una vida totalmente para Dios y ¡convertirme en misionera!
El 11 de octubre de 1951 dejé mi casa para ir a Alba, allí donde nació la Familia Paulina. A mi llegada, con las otras jóvenes, vimos que la puerta de la capilla estaba abierta de par en par delante de nosotros, el Santísimo Sacramento expuesto brillaba y había un gran mosaico del Divino Maestro. Percibí su mirada sobre mí, casi como si quisiera decirme: ¡Yo soy el Camino, la Verdad la Vida, ¡ven detrás de mí! ¡Enseguida me sentí sumergida en él, tanto que todo se convirtió en mi interior! Un encanto divino se apoderó de mi corazón y nunca más me abandonó.
Esta profunda alegría espiritual me costó mucho sufrimiento, lloré muchas veces en silencio…
El padre Alberione estuvo muy presente en mis años formativos, guiando al grupo en el camino hacia la santidad. “Es urgente anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. ¿A dónde va la humanidad? ¿Serán salvadas estas almas?”
Mientras la llamada misionera se apoderaba de mí, las Pías Discípulas del Divino Maestro, en aquellos años se abrían hacia el mundo, fundando comunidades en Asia, en las dos Américas, en Oceanía, en África y en Europa, éramos muchas jóvenes en tener un espíritu misionero.
El 25 de marzo de 1955 hice la Primera Profesión en manos de nuestro amado Fundador que nos dijo: “Debemos preparar a las hermanas para que sean miembros vivos y activos en la Iglesia”.
Tuve la bendición de seguir estudiando, hasta que con inmensa alegría recuerdo cuando Madre M. Lucia Ricci me llamó para ir a Brasil. Antes de partir, P. Alberione me dio su bendición y, cuando llegué a esta tierra, bajé rápidamente los escalones del avión para arrodillarme y besar la tierra de lo que se ha demostrado ser mi primer amor.
Un animado grupo de 60 hermanas jóvenes me estaba esperando, fuimos juntas a la escuela y compartimos la sed de conocimiento que teníamos. Estaba dispuesta a dar mi vida hasta la última gota y seguir el ejemplo inspirador de Hermana M. Paulina De Luca, una de las primeras ocho Pías Discípulas que fundó la Congregación en Brasil.
Amaba a Brasil, pero el Divino Maestro había preparado otra llamada para mí… ¡esta vez en Filipinas! El 2 de noviembre de 1969 llegué a esta tierra, una verdadera Perla de Oriente donde pasé 12 años, en medio de este pueblo extraordinariamente hospitalario, dedicándome a la formación de las jóvenes Pías Discípulas y a dar a conocer nuestro carisma.
De 1981 a 1987, puse mis dones al servicio de la Superiora General, Madre M. Tecla Molino, sirviendo a las hermanas en las comunidades vaticanas, en España, en la comunidad recién abierta en Albano, luego en India, en Taiwán y de nuevo en Filipinas. Se prestó especial atención a América del Sur, y a la guía en los Ejercicios Espirituales y en la Lectio Divina.
En 1987 llegué a Staten Island, Nueva York, un punto estratégico de la tierra, donde durante la visita del Papa Juan Pablo II recuerdo que él proclamó: “Denme una palanca y desde aquí levantaré el mundo”.
He reconocido en cada una de nuestras hermanas encontradas en las diversas partes del mundo, una inmensa sed de almas.
Me di cuenta de que el arte de guiar las almas desde dentro requería una preparación profesional y fui bendecida para obtener un Master en Artes en la Escuela de Teología de los Jesuitas. Esta preparación me ha ayudado en el específico ministerio espiritual que podría dar a nuestra comunidad la apertura y la disponibilidad “para curar la sed de las almas”; además me di cuenta enseguida que en América era urgente cuidar esta sed…
En mi misión de dirección espiritual en la comunidad de Fresno me ocupé de mujeres y jóvenes a menudo confundidas, perdidas, que vivían sin un propósito bien definido su vida.
Ahora, en 2023, estoy desempeñando mi ministerio en Los Ángeles, me ocupo de la formación de los laicos y de las parejas cristianas llamadas a una vida de consagración en el Instituto Paulino Santa Familia.
Belleza divina, Adoración eucarística, Santidad de vida, estas son las palancas que el Divino Maestro usa para salvar el mundo…