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Una refugiada por el Divino Maestro

Hna. M. Lucia – Bernice Bouché

 

Bernice Bouché nació el 14 de septiembre de 1935 en Rangún (hoy Yangon) una ciudad de Birmania (ahora Myanmar), en una familia católica. Fue bautizada en la Catedral de Santa María en Rangún, capital de Birmania, el 23 de septiembre de 1935. La historia de Bernice recuerda la travesía bíblica del desierto y el mar Rojo por parte de los israelitas que huían de los egipcios y, la crisis de los refugiados con las consiguientes atrocidades sucedidas en diferentes naciones, nos dice que cada guerra es un crimen. Millones de personas se vieron obligadas a huir en la noche para buscar refugio en otras naciones, con la esperanza de poder comenzar de nuevo la vida desde cero después de perder sus familias y sus hogares. Bernice también era una refugiada. Sin embargo, si hubiera seguido viviendo en Birmania, quizás nunca se habría convertido en religiosa. Es un milagro de Dios que haya aterrizado sana y salva en la India y se haya convertido en la primera Hermana Pía Discípula del Divino Maestro india.

A la edad de ocho años, durante la Segunda Guerra Mundial, Bernice se vio obligada a huir de Birmania a la India con su hermano y su madre, como lo hicieron miles de otras personas. Su padre, originario de una antigua familia francesa, no estaba con la familia en el momento de la fuga, ya que fue llamado a filas para el servicio militar. Así empezó el sufrimiento de Bernice. Con su madre y su hermanito, dejaron su casa para llegar al aeropuerto más cercano, que, por desgracia, había sido bombardeado y por lo tanto inaccesible. Después de un día en el tren, caminaron por las vías del ferrocarril que habían sido destruidas, mientras que el poco dinero que habían logrado llevar con ellos comenzaba a terminar y no tenían cambio de ropa, ya que estaban limitados en el peso que podían llevar. En el camino desierto, no había comida o agua disponible, la única posibilidad era comer algunas raíces y frutas encontradas en el trayecto. Después de caminar durante horas, su madre, exhausta y deshidratada, ya no podía soportar el viaje, por lo que se dirigió a sus hijos, les dijo: “Ustedes dos vayan adelante para que el Señor envíe a alguien que los ayude, yo no puedo continuar; me quedaré aquí y moriré”. Así, en una choza cercana al lugar donde había pronunciado esas palabras, inclinó la cabeza y exhaló su último aliento mientras sus hijos estaban a su lado.  Mientras tanto, dos guerreros de una terrible tribu del bosque tomaron a los dos niños y los colocaron en dos cabañas separadas, eran bárbaros, “cazadores de cabezas” y, al parecer, el hermano de Bernice fue asesinado de esa manera. Mientras tanto, ella permanecía con esta tribu, esperando morir en cualquier momento. Sin embargo, a través del cuidado amoroso de Dios, fue ayudada por algunos buenos ingleses que llegaron allí por razones que no conocemos y que, al conocer las costumbres de estos guerreros del bosque, se dieron cuenta del trauma que la niña estaba viviendo, por eso decidieron llevarla a la India. Bernice recuerda este momento a través de las siguientes palabras de la Biblia: “Él por ti dará orden a sus ángeles de custodiarte en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece con la piedra” (Sal 91,11-12).  Sobrevivió por un verdadero milagro de Dios.

A su llegada a la India, Bernice fue confiada al cuidado de las Hermanas Canosianas en Allahabad, vivió con ellas durante 12 años; tiempo en el que trató de superar el trauma vivido al animarse cada mañana, a su despertar, rezando con las siguientes palabras: “Dios mío, mi roca, en ti me refugio” (Sal 18,2); de este modo, ponía diariamente su confianza en el Señor.

En la India, la primera iglesia que visitó estaba dirigida por los sacerdotes paulinos de Allahabad, este encuentro le quedó grabado en el corazón durante toda su vida; en esta realidad conoció a P. Alfonso Ferrero, un sacerdote paulino italiano, uno de los misioneros pioneros en la India… Aunque se sentía atraída por la realidad paulina, ocasión que la atraía a pasear cerca de la iglesia donde estaba la Sociedad de San Pablo, visitaba a menudo el colegio de las hermanas Canossianas y en su corazón guardaba las palabras del salmista: “Como la cierva anhela las corrientes de agua, así mi alma anhela a ti, oh Dios” (Sal 42,2).  Cada vez que Bernice encontraba a P. Ferrero, él aprovechaba para hablarle de la vocación paulina y de las Pías Discípulas del Divino Maestro.  Estos encuentros comenzaron a suscitar preguntas y deseos en el corazón de la joven, que se daba cuenta cada vez más de lo indispensable que era la oración para la evangelización… “¿Por qué no puedo dedicarme al apostolado de la oración y llegar al mundo entero?”. Mientras en sus encuentros intentaba aclarar todas sus dudas con P. Alfonso, el Señor empezaba a realizar Su designio para esta joven.

Dos años después, en 1954, dos Pie Discepole de Italia: Hna. M. Dorotea Bruno y Hna. M. Joseph Capra llegaron a la India, cuando Bernice las conoció por primera vez, quedó profundamente impresionada por su ejemplo alegre y sencillo, por su espíritu de sacrificio y de intensa oración, hasta el punto de que se le ocurrieron las palabras de la Escritura: “El Señor se ha unido a ustedes y los ha elegido” (Dt 7,7). Con profunda convicción de que el carisma de la Pía Discípula, por intercesión y oración, pudiera ayudar a los sacerdotes y a los religiosos en su misión, entró en las Pías Discípulas del Divino Maestro el 23 de enero de 1955, fue la primera joven india en entrar en la Congregación.

Las dificultades relacionadas con los comienzos, como la adaptación a la vida religiosa, no influyeron en su decisión, más bien a pesar del sufrimiento, ¡estaba convencida de que Dios estaba realizando ¡el sueño de su vida!

En agosto de 1956, Bernice fue enviada a Italia para su noviciado e hizo su Primera Profesión religiosa en Roma el 25 de marzo de 1958, donde se le dio el nombre de “Lucía” que significa luz. A su regreso a la India en 1960, preparó el camino para la apertura de una nueva casa en Bombay, hoy Mumbai (India), que se abrió oficialmente en 1962. El 25 de marzo de 1963 confirmó su “sí” al Señor con la profesión perpetua que se celebró en Mumbai.

El servicio apostólico para el que estaba cualificada, donde ofrecía lo mejor de sí, era sobre todo el de una simple cocinera, un servicio desarrollado con generosidad y humildad. En 1975, Hna. M. Lucia volvió a Roma donde desempeñó su misión en el centro para los Souvenirs Shop de la Basílica de San Pedro en el Vaticano y sucesivamente, una vez más como cocinera en varias comunidades de la provincia Italia, hasta que la salud se lo permitió…

La vida de la Hna. M. Lucía se caracteriza por el lenguaje de la gratitud, en la total conciencia de que el Señor ha hecho grandes cosas por ella. Lo ha expresado en repetidas ocasiones, casi como el eslogan de su vida, incluso cuando celebró su 60 aniversario de consagración religiosa, cuando escribió: “Mi corazón está lleno de asombro y emoción por la poderosa experiencia de amor y delicadeza familiar, que me han dado Dios Padre y la Congregación. Realmente he 

saboreado la belleza de nuestra maravillosa familia y por cada don que he recibido, quisiera elevar un canto de acción de gracias y de alabanza; ‘Te cantaré con mi vida, Señor, y te daré gracias’, con el salmista hago mío este himno” (29 de junio de 2018).

Hna. M. Lucia Bouché, ha estado a la altura de su nombre, de hecho, sigue irradiando la luz de Dios desde el cielo como lo hizo en la tierra, viviendo su vocación religiosa con gran fe y confianza en el Divino Maestro. Su vida fue una total renuncia de sí, dedicada al servicio de la evangelización a través de la oración…

 

Sufría desde hacía muchos años desde el punto de vista cardíaco y metabólico. En el silencio de la noche, el 17 de noviembre de 2021, alcanzó su meta, la patria del cielo, lugar donde finalmente pudo reunirse con sus seres queridos en la eterna Adoración al Divino Maestro.

 

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