Metilde Gerlotto – Hna. M. Margherita
En Diano, Alba, en una de las hermosas colinas que se persiguen en Langhe, el 7 de abril de 1899 Giovanni Gerlotto y Paola Bianco acogen el nacimiento de Metilde.
Metilde, todavía muy joven, semanalmete, recorre a pie unos 7 km para llegar a Alba y participar en las clases para las catequistas impartidas por el padre Francesco Chiesa, que se convierte en su guía espiritual. Notando su atractivo para la vida de oración y el deseo de consagrarse al Señor en la vida religiosa, en un primer momento el P. Chiesa la orienta al monasterio de las Dominicas de Alba, donde hace su entrada para el período de prueba. Por motivos de salud y solo por estos, atestigua la abadesa, debe dejar el monasterio llevando consigo la preocupación por su fragilidad física. Poco tiempo después el P. Francesco Chiesa la dirige a la Familia de P. Alberione que, encontrándola, la tranquiliza: “El Señor te dará las fuerzas necesarias”. Hace su entrada en Alba, en la casa San Pablo, el 28 de mayo de 1923, donde encuentra un buen grupo de jóvenes, entre los cuales estaban las siete que con ella se convertirán en las primeras Pías Discípulas.
Pero escuchemos lo que nos ha contado en sus “memorias”.
Los comienzos
En los cuarenta años de su fundación, Hna. M. Margherita escribe:
El 21 de noviembre de 1923 el Señor Primer Maestro dijo: “Ursulina y Metilde, esta noche irán a dormir a la casa antigua, lleven su cama, y de ahora en adelante ya no se llamará casa antigua sino Divino Maestro. Vendrán aquí solo para las comidas”. Estábamos listas y alegres como el paralítico que ha oído decir: ¡Toma tu cama y camina! No teníamos nada más que transportar: no había sillas, las mesas todavía no existían, una palangana debajo de la cama era todo. Las baldosas del piso de la habitación eran móviles y viejas y si no ponías el pie en el centro se daban vuelta… Algunos vidrios fueron reemplazados por papel para protegernos del frío.
Una segunda habitación nos servía de taller, un banco con muchos calcetines en él y un cesto tosco que contenía algunos ovillos, y nosotras sentadas por turnos hacíamos los remiendos. Se rezaba, se reía, pero no nos atrevíamos a preguntar: ¿por qué? ¿quién sabe? Todo consistía en: obedecer”.
Cuando P. Alberione había dicho: “Pongan aparte a Ursulina y Metilde”, fue precisamente Metilde quien, quedándose un momento sorprendida, abriendo de par en par los grandes ojos negros que parecían interrogar antes de pronunciar las palabras, preguntó: “¿Y qué haremos?” Recibiendo la respuesta: “Harán silencio, silencio, silencio”, una consigna para crear la atmósfera en la que se debe desarrollar la vida interior y apostólica de la Pía Discípula. Metilde guardará en el corazón durante toda la vida la respuesta del Fundador y hará de ella un particular compromiso.
Mientras tanto, continúa Hna. Margarita, otras se unieron a nosotras… El Primer Maestro, cuando éramos ocho nos dio la primera conferencia. “Son ocho – nos dijo – el número de las Bienaventuranzas; quiero hacer de ustedes ocho santas, sean fieles, correspondan a la vocación, a la llamada de Jesús Maestro”. Nos contó la historia de S. Benito y de su hermana Sta. Escolástica, y luego nos dijo: “Ursulina, que será su maestra, tomará el nombre de Escolástica”. Era el 10 de febrero de 1924».
Y llega el momento del Rito de la Vestición:
«Un mes después hemos vestido el hábito religioso de Pía Discípula. ¡Cuántos preparativos! ¡Y cuántos dolores de cabeza para implementar un nuevo hábito en la Iglesia! Mientras tanto, llegó el día 25 de marzo de 1924. Nos dirigimos en fila hacia la Capilla (ahora convertida en sacristía) a través del huerto, llevando todo en brazos: el vestido azul, el velo, el escapulario blanco con bandas negras para recordarnos la muerte, y con un gran círculo rojo bordado que simboliza la Hostia, el rosario de 15 misterios, preparado por nosotras con nudos de hilo grueso, grandes cuentas y con crucifijo colgado. ¡Y no nos olvidemos de las tijeras para cortar los mechones de cabello según la ceremonia!
Cuando el Primer Maestro llegó a las palabras: “Si quieren abrazar y seguir este estado de vida, den un paso adelante”, nuestro pie ya estaba listo y levantado del suelo, impacientes por que terminara esas palabras. ¡Este es el día que hizo el Señor! No era posible expresar la alegría que envolvía todo nuestro interior, ninguna hablaba, nos entendíamos con la mirada, nos sentíamos reinas, sentíamos el poseerlo todo: el Esposo, el Rey de Reyes. No entendíamos todo lo que sucedía, pero se sentía que obraba Aquel que nos eligió con el nombre de Pías Discípulas del Divino Maestro.
En la vestición Metilde recibe el nombre de Sr. Margarita de las Almas purgantes.
Silencio – recogimiento – oración
“No inviten a ningún pariente para la toma de hábito – dijo el Primer Maestro – nada las debe distraer, deben ser todas del Señor en el silencio, en el recogimiento y en la oración”. Después de la vestición comenzamos las dos horas de adoración, solo hasta las nueve de la noche; después de la llegada de alguna vocación se prolongó hasta las once, luego toda la noche. Era un verdadero concurso para estar más tiempo en la iglesia, y cuando el sacerdote encargado de cerrar el Tabernáculo se quedaba dormido, nos alegrábamos por la suerte que nos tocaba. La visita nos proporcionaba gran alegría.
El trabajo completaba nuestra alegría, gran sencillez y sinceridad, se tenía la sensación de pasar por esta tierra sin casi tocarla. Cada palabra que salía de la boca del Primer Maestro era para nosotros como una verdad de fe, sentíamos la obligación de practicarla».
La familia crece y el Primer Maestro forma
Otras vocaciones se unieron a nosotras para reforzar a la pequeña familia. El Primer Maestro nos hizo construir una pequeña habitación capaz de contener unas doce camas, con una escalera de madera interior en la lavandería, con escalones no más anchos de seis o siete centímetros. Era divertido ver al Señor Teólogo, así se llamaba el Primer Maestro, subir la escalera y ver si todo estaba en orden… y explicar también el valor del silencio: “Ustedes progresarán tanto cuanto hagan silencio, con el silencio conseguirán la conversión a los pecadores, ustedes guardarán silencio y los muchachos oirán la voz de Jesús que los llama a la vida religiosa; ustedes guardarán silencio, los escritores escribirán mejor y sus libros tocarán el corazón de quien los lee, los confesores tendrán la gracia de convertir a los pecadores, los misioneros darán fruto en sus trabajos. Ni una palabra más de lo necesario deberán decir: sí, sí, no, no, lo de más viene del maligno. Su morada sea una Betania, imiten a María que ha elegido la mejor parte e imiten también a Marta que se afanaba un poco, pero también era necesario. Ahora no puedo decirles muchas cosas; oren, oren por las vocaciones, rueguen al dueño de la mies que mande buenos obreros; cuando dicen: danos también a nosotros nuestro nido, pongan la intención de que este nido esté ocupado, no solo para ustedes, sino para las vocaciones masculinas que se conviertan en santos sacerdotes… aprendan a amar con corazón grande…. altas son las tareas a cumplir.”
Las directrices del Fundador se siguen bajo la guía de Madre Escolástica: “Se la veía siempre activa, hilarante y contenta incluso cuando era puesta a dura prueba, su mirada reflejaba la inocencia, era la regla viviente… Rezaba continuamente, se entregaba a quien tenía necesidad, se desvivía por los sacerdotes, nos inculcaba respeto y prudencia, su ejemplo era una continua predicación”.
“P. Alberione cada día pasaba por los distintos departamentos, enseñaba, aconsejaba, escuchaba y animaba. Cada una exponía dificultades, dudas y pequeñas dificultades… Se vivía en la vida religiosa alegremente, contentas de todo; se rezaba, se cantaba como nos decía el Sr. Teólogo, haciendo suyas las palabras de S. Pablo: Entonen himnos y cantos espirituales”.
Hna. M. Margherita realizó varios servicios en la casa Paulina en Alba que, a menudo, eran pesados. Durante varios años se ocupó del molino y del horno, atenta, hábil, generosa, feliz de ayudar a preparar el pan cotidiano a la Familia, que era cada vez más numerosa.
Misión y apostolado del sufrimiento
En 1931 se abre para ella el horizonte de la misión: es elegida para ir a Brasil a ofrecer su colaboración a la naciente comunidad de la Pía Sociedad de San Pablo. Parte entusiasta con la Hija de S. Paolo Hna. Dolorosa Baldi y llega a Sao Paulo el 21 de octubre de 1931.
Lamentablemente, después de algunos años, la salud de la Hna. M. Margarita declina notablemente y el Primer Maestro considera oportuno hacerla volver a su país. En 1936 regresa a Italia y permanece en la Casa de Alba, llevando en el corazón, para convertirlo en motivo de oración y de ofrenda, su experiencia misionera, no limitándose solo a Brasil, sino incluyendo a todas las fundaciones que siguieron en distintos países.
Por complicaciones pulmonares, vive tres años en el sanatorio de Robilante (CN), donde el sufrimiento físico, la lejanía de la comunidad, le exigen renuncias y sacrificios mucho más costosos que las tareas que había cumplido. Luego, después de un breve período de retorno a la actividad, siempre en el servicio sacerdotal, pasará el resto de su vida en Sanfré, en un estado de enfermedad no siempre comprendido por quienes estaban cerca de ella.
En estos años, en sus escritos se encuentra una luz particular que ilumina y fortalece el sí inicial, dejando surgir la conciencia y responsabilidad de una vida consagrada fielmente, vivida en cualquier situación. Alimenta en particular la consigna del silencio, con la atención continua a la guía formadora del Fundador: silencio para escuchar la voz de Dios, vivir en comunión con él y así entregarse, como Jesús, por la salvación de todos.
Casi de puntillas entramos en las habitaciones de su santuario íntimo para captar, de sus cuadernos, algunas expresiones que pueden ser también para nosotros luz sobre nuestro camino hoy:
* Intentaré hablar poco, ubicada en tiempo y lugar. Escuchar la voz de Dios que siempre pone en los labios palabras sabias.
* Si pudiera aceptar todo por amor a Dios, creo que tendría suficiente para borrar cualquier pena de pecado.
* ¡En la Eucaristía encuentro todo! encuentro a Jesús Camino Verdad y Vida.
* Si para hacerse santos basta con hacer momento por momento la voluntad de Dios, ¿por qué no aprovechar y explotar tantos bienes, tantas gracias concedidas?
* Puedo afirmar que estoy siempre en conversación con mi Esposo, los días son demasiado cortos… hasta el mediodía quiero agradecerle por haberse dignado a venir a tomar posesión de este corazón; a la tarde quiero servirlo como preparación a su nueva venida, y así los días pasan rápido y ya no se cuentan.
* Si estoy en la iglesia miro el Sagrario, sé que Jesús está allí, le digo que perdone mis pecados, que yo lo quiero amar, y el alma se llena. Si estoy en la habitación, los muros o la distancia no impiden que Jesús me hable, me guíe.
* El manto de la caridad debe cubrir siempre las debilidades de los demás, así mis pecados serán cubiertos por la caridad de Jesús. Aquellos que pueden causarme sufrimiento tienen un mayor derecho a mi gratitud.
Hacia finales de 1946, en un momento de gran sufrimiento – físico y moral -, de incomprensiones, contempla la situación de Madre Escolástica: No debo engañarme. Quien merece verdaderamente estima y veneración, que se ha hecho toda a todos, llena de méritos ante Dios y ante los hombres, ya no cuenta nada ante las criaturas. ¡Querida Madre Escolástica! ¿Su primera hija no tendrá que parecerse a usted?
En las largas horas de la noche
* En la noche, cuando no puedo dormir, por el físico, se lo ofrezco a Jesús por alguna intención, por ejemplo: una noche para los misioneros, para que puedan descansar y luego comenzar sus trabajos al día siguiente; otra para reparar los pecados causados por la mala prensa; otra para que los pecadores se arrepientan de sus pecados, etc. Espero así poder pescar algunos peces sin pasar en vano las largas horas de la noche.
*Enciende en mi corazón y en el de los Sacerdotes tanto celo por la bien del prójimo, y con tu gracia has que le arranquemos al demonio muchas almas para llevarlas a Ti.
* Oh Jesús, manifestado al mundo; haz que tus ministros, aquellos que tienen la misión de hacerte conocer, lo hagan con celo, y revelen a las almas las maravillas de tus Misterios, y que todas las almas sean santamente ávidas por conocerte y amarte.
* A los millones de hombres a los que aún no ha llegado la luz del Evangelio, y se encuentran en las tinieblas de la muerte, envía celosos obreros.
El pensamiento fijo en la meta
* Lo que me hace desear el Paraíso es la esperanza de que podré cumplir más misiones. Allá arriba no descansaré, quiero ser útil a la iglesia, a las almas; mientras en este pobre valle de lágrimas debo estar con la cabeza inclinada, reconocer mi miseria, mi nada.
* Nuestra alma siente que es creada para el Cielo, para las cosas bellas, para gozar. Sobre la tierra se debe, queriendo o no, sufrir, llevar la cruz que Dios pone sobre los hombros, llevarla por su amor hasta la entrada en el Paraíso. Oh, en el cielo siempre será fiesta, veremos, adoraremos a Dios por toda la eternidad.
* En el Cielo nunca faltará la perfección que se busca en la tierra. Cuanto más fuerte es el amor, más crece la nostalgia por la Patria celestial.
* El deseo del cielo no nace del cansancio, del disgusto por las muchas penas o sufrimientos; es solo porque podré amarte sin temor a ofenderte de nuevo.
* Soy peregrina sobre esta tierra y no puedo parar; mi pensamiento está fijo en la Ciudad Eterna, meta de mi viaje”.
* Los días pasan, las fuerzas faltan, el corazón está debilitado. Siento que se avecina el gran momento, el gran paso: Vita mutatur… ¡Paraíso! ¡Paraíso!
Efectivamente las fuerzas disminuyen cotidianamente y mientras se hacen evidentes los signos de la inminente conclusión del camino terrenal, Hna. M. Margarita se mantiene confiada y cada vez más orientada hacia la Meta final:
* Oh Jesús, estoy cansada de esperar. Quiero estar a tu lado. Dios, vienes a buscarme, te espero.
Amanece sin puesta de sol
A las 6.30 horas del viernes 19 de enero de 1965, la Hna. M. Margarita se duerme serenamente en el Señor y entra en el silencio luminoso de la eternidad.