Sor Ma. Serafina Contreras Zavala
Sor Ma. Serafina, es parte del primer grupo de Hermanas misioneras, que llegó para colocar los fundamentos de nuestra querida Delegación de Venezuela. Apenas tenía veintidós años de edad y un año de Profesa, cuando se le pidió de aventurarse en este proyecto de Dios. Como dice nuestro querido Padre Alberione: “Esta donación, comenzada en el postulantado, crece en el noviciado, florece en la Profesión de los votos temporales, se consuma en la Profesión Perpetua” (APD 1947,59)
Ella misma nos relata: “Llegué a Caracas desde México, en el mes de Noviembre de 1966. La casa quinta donde vivíamos alquilada tenía el nombre de “El Gavilán”. Sentía mucho entusiasmo y temor, pues era mi primera experiencia de Religiosa, sin embargo con la confianza puesta no en mis fuerzas, sino en el Divino Maestro, seguí adelante.
En esa comunidad estaba la Madre Redenta de superiora. La comunidad era pequeña. Recuerdo algunos nombres de las hermanas colombianas: Hna. Rosita, Juanita, Josefa, Marcela -que era maestra del grupo de Aspirantes-. Al poco tiempo nos fuimos a El Hatillo, a un terreno que era propiedad nuestra.
Al poco tiempo, en 1967, llegaron de Roma el primer grupo de seis Hermanas venezolanas: Sor Ma. Luigina, Sor Ma. Lucía, Sor Ma. Inmaculatina, Sor Ma. Rosángela, Sor Ma. Paolina y Sor Ma. Teresita. Tuve una experiencia muy grande al experimentar por primera vez un fuerte terremoto. La colonia de Los Palos Grandes quedó destruida completamente. Este acontecimiento fue una invitación a estar preparada en todos los aspectos, y a retomar mi confianza sólo en el Maestro Divino. En esos días llegó de Roma la Hermana Blanca Sepúlveda (Colombiana) para hacerse cargo del grupo de Junioras al cual pertenecía yo. Sor Ma. Santina (Italiana), llegó unos días después de mí.
En mayo de 1968 llegó Madre Ma. Lucía Ricci, Superiora general, junto con su Vicaria, Madre Tecla Molino. Había un grupo de 12 Aspirantes de las cuales una de ellas era Leodina Villareal, ahora Hermana Leticia. En ese mismo año comencé a manejar, misión que realicé y realizo con mucho agrado. En el jardín planté el pasto, cosa que me relajaba y disfrutaba. Bueno hice de todo un poco. Tuve una experiencia de sufrimiento al vivir el cambio de Madre Redenta y de Madre Blanca a Colombia; pero no sólo eso, sino también la salida de la congregación de las 5 venezolanas compañeras de juniorado.
Todo esto, no cabe duda, me estaba purificando y haciéndome crecer para afianzarme más y más en mi vocación. Madre Redenta fue fuerte en su carácter, pero recta en su vivir; muy sincera. Decía la verdad y formaba en la libertad. Madre Virginia también fue muy exigente, pero aprendí de ella a madurar y a ver las cosas siempre positivas, aunque en el momento no era fácil descubrirlas. Salíamos diariamente a propaganda, misión muy difícil. Sin embargo, lo hacíamos con fe.
Valoro mucho el tiempo en que estuve en Venezuela y lo tengo como un gran tesoro, del cual le doy gracias a Dios y agradezco a cada una de las Hermanas que conocí, en donde quiera que se encuentren. Mi regreso a México fue en 1970 para prepararme a la profesión perpetua.
Una frase carismática de nuestro fundador, Padre Alberione, que me ha marcado mucho es: “Las obras de Dios se hacen con los hombres de Dios.”
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Muchas gracias HNA Serafina, es muy enriquecedor para cada una de nosotras que estamos en esta delegación.il gracias de verdad. El señor continúe a darle muchas bendiciones🙏🙏🖐️🖐️💯💯