Hna. Marie Jean Pierre Piacentini
Teresina Piacentini nació en Olmeneta (Cremona) el 22 de noviembre de 1942. Entró en la Congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro en Alba (CN) el 1 de enero de 1964. Después del noviciado que tuvo lugar en Roma Portuense, hizo la Primera Profesión el 24 de marzo de 1966. En 1971, después de algunos meses en Roma, como asistente de las postulantes, la obediencia la condujo a África, a la República Democrática del Congo, donde hizo la Profesión Perpetua en Lubumbashi el 25 de marzo de 1972, con solo 30 años de edad.
Responsable de una nueva comunidad que hará sus primeros pasos.
Los inicios de la Congregación de las Hermanas Discípulas del Divino Maestro se remontan oficialmente al 25 de enero de 1988, cuando fuimos invitadas por su Eminencia el Cardenal Paul Zoungrana.
En aquellos años Madre Tecla Molino era Superiora General de la Congregación, fue ella quien envió para esta nueva misión a Hna. Marie Jean Pierre Piacentini (Italia) y Hna. Marie Casimir Mascarenhas (Irlanda), que llegaron al país de los hombres honestos (Burkina Faso), el sábado 23 de enero de 1988.
Acogidas por el cardenal Zoungrana a su llegada al aeropuerto, las dos hermanas pasaron algunos días en la comunidad de las hermanas de San Camilo antes de entrar en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario en Kolog-Naaba, donde permanecieron hasta 1990. Posteriormente, fueron acompañadas por la hermana Marie Hélène Compaore (Burkina Faso).
Después de algunos años en esta parroquia, las hermanas, siempre a través del cardenal, obtuvieron un terreno dentro del centro pastoral diocesano, Parroquia de San Juan Pablo II de San Guillaume de Tanghin donde se construyó la comunidad Divin Maestro de Ouagadougou que fue inaugurada en octubre de 1991, cuando Hna. Marie Jean Pierre Piacentini era superiora.
Es una de las pioneras de las hermanas Discípulas del Divino Maestro en Burkina Faso y la primera superiora de la comunidad del Divino Maestro en Ouagadougou. Sobre la personalidad de hna. Jean Pierre, podemos afirmar tranquilamente que fue una mujer de oración y de fe. En toda circunstancia, Jesús Maestro era su referencia y el criterio de sus elecciones. Se encontraba en ella, al mismo tiempo, la figura de madre y de responsable, equilibrando ternura y firmeza. Los comienzos de la fundación no fueron ciertamente fáciles pero, Hna. Jean Pierre, supo afrontarlos con sabiduría e inteligencia.
Sencillez de vida
Una mujer sencilla, supo adaptarse a las costumbres de nuestro país: clima, comida, costumbres, etc… Hna. Jean Pierre amaba África, su tierra de misión, y nos lo testimonian varias fotos que la representan con los niños africanos. Se interesaba por las familias de las hermanas y por las jóvenes en formación. Para nosotros, la hermana Jean Pierre fue una verdadera misionera. Los sacrificios de los primeros tiempos, vividos en la entrega total de sí, la distinguieron como mujer humilde, dándonos un gran ejemplo en la oración y en el trabajo.
Preocupada por el futuro de la Congregación en Burkina Faso, como en las demás instituciones del lugar, acogió a jóvenes aspirantes para que pudieran continuar sus estudios y beneficiarse de una formación intelectual, espiritual y humana. Animó a las jóvenes a descubrir sus propios talentos, para ponerlos al servicio de la misión. Deseaba que las futuras candidatas a la vida religiosa estuvieran bien formadas, llenas de entusiasmo, realizadas, en comunión con las superiores, de modo que pudieran responder a la invitación de nuestro fundador, el beato Santiago Alberione, que invitaba a “formar al hombre integral, es decir, el pensamiento, la voluntad y el corazón”.
Supo organizar y canalizar las energías hacia el apostolado animándonos a seguir adelante con confianza; la Hna M. Gian Pierre fue de una generosidad sin igual, siempre dispuesta a compartir lo que tenía y sabía.
El 19 de octubre de 2000, cuando nos enteramos de la partida de la Hermana M. Jean Pierre hacia la Patria Celestial, nos envolvió una gran tristeza y al mismo tiempo dimos gracias al Señor por habérnosla dado como hermana madre y misionera. Estamos agradecidas por todos los valores cristianos que ha sido capaz de transmitirnos, haciéndonos crecer en la entrega al trabajo y sobre todo en el amor al Divino Maestro. Para nosotros que hoy llevamos adelante la misión en tierra africana, nos sentimos en deber de seguir valorando y transmitir el gran ejemplo que esta hermana nos ha dejado sembrando vida, que ha brotado y ahora florece nuestra Congregación. Las hermanas de Burkina son hoy estas semillas de vida que la recuerdan con gratitud.
Partió hacia el Paraíso prematuramente pocos años después de haber dejado Burkina por motivos de salud, a ella nuestro eterno agradecimiento por haber llevado incesantemente su testimonio y haber soportado su sufrimiento por el anuncio del Evangelio. ¡Ahora, en el gozo de tu Maestro, ruega por nosotros!