María de Jesús Vázquez – Hna. M. Agnes
En 1954, en obediencia a las palabras del Fundador, se compró una propiedad para construir la futura comunidad de las Pías Discípulas en México. Comenzando, como en Nazaret, en la pobreza, pero llenas de alegría y confianza y, animadas por P. Alberione, ¡las primeras hermanas se establecieron en Mixcoac! a la espera de disponer de los medios necesarios para la nueva construcción.
El Señor, con esta predisposición confiada, comenzó a manifestar su providencia en el ámbito vocacional, hasta el punto de que, el 8 de diciembre de 1955, llegaron las primeras jóvenes llamadas por el Divino Maestro para ser parte de la primera comunidad en este país. Eran seis muchachas y hoy, entre nosotros, todavía tenemos a Hna. M. Paolina Beltrán Vargas y Hna. M. Agnes Vázquez Guillén. Con estas jóvenes, se abrieron las puertas de nuestra Congregación en la realidad Mejicana, donde el Divino Maestro comenzó a bendecirnos con numerosas vocaciones. ¡Hna. Agnes todavía vive en México!
María de Jesús nace el 9 de marzo de 1941 y el 12, apenas tres días después, recibe el Bautismo en Puruándiro, Michoacán, lugar donde comenzó a vivir en una continua relación filial con Dios Padre. A la edad de 14 años, el 8 de diciembre de 1955 entró en la Congregación y el 6 de enero de 1959 en el noviciado; posteriormente emitió su primera profesión el 6 de enero de 1960 y la profesión perpetua el 6 de enero de 1965 en Caracas, Venezuela.
Hna. M. Agnes ha colaborado intensamente en la construcción y apertura de nuestras casas (casa Divino Maestro en Ciudad de México, San Pedrito, Tlaquepaque y Jalisco), y también en el inicio de nuestra misión eucarística-sacerdotal-litúrgica, tanto en México como en Venezuela. Siendo una de las primeras vocaciones en nuestro país, tuvo la gracia de colaborar directamente con las primeras hermanas fundadoras… En el Centro Litúrgico colaboró con Madre Inés Andrés, en el seminario de la Sociedad de San Pablo en Taxqueña y con la Madre Ignazia Bellagamba, de la que conserva hermosas experiencias, sobre todo la generosidad, el entusiasmo y la fe.
De los comienzos de nuestra Congregación en México recuerda:
“Hicimos de todo, fuimos al centro con Madre Lorenzina y Madre Inés Andrés, fuimos también al hospital español para vender las medallas que llevaban las Madres de Italia y así ganar un poco de dinero. Recuerdo cuando llegó la Madre Franca Fanelli para enseñarnos a bordar, porque hasta ese momento no se hacía, así que aprendimos de ella los primeros puntos para poder comenzar a vivir este apostolado, luego, la Madre Franca se quedó con nosotras, convirtiéndose en nuestra formadora.
En nuestra casita en Mixcoac había un pequeño jardín, y durante el recreo jugábamos a las damas chinas (ya que habíamos tomado prestada la casa no teníamos mucho espacio para otras actividades recreativas). Como comunidad crecimos mucho en esa casa y siempre estábamos demasiado apretadas con respecto al espacio, tanto que el pasillo se había convertido en un comedor, donde habíamos montado un biombo para separar la entrada y así tener un espacio para la recepción. ¡Siendo muy jóvenes, nos gustaba bromear y nos divertíamos mucho! Recuerdo con afecto, y doy gracias al Señor de todo corazón por la hermosa presencia del P. Giovanni Bandini y del P. Corrado Santi, dos sacerdotes paulinos que nos han acogido con tanto afecto y han demostrado siempre su aprecio hacia nosotras; nos han querido muchísimo y siempre han tenido la oportunidad de proveer para las jóvenes en formación. Son recuerdos hermosos que guardo en mi corazón y, cuando los comparto, solo puedo sonreír y mirar al pasado con gratitud”.
La Provincia mexicana agradece a Dios el testimonio de nuestra querida hermana, que ha sido un pilar de nuestra vocación de discípulas. Hoy, después de 62 años de vida consagrada, sigue transmitiendo a los hermanos y hermanas en la fe, con el entusiasmo de las mujeres de la mañana, el anuncio de que el Señor está vivo entre nosotros.