Hna. Muriel Fetherston
La primera Discípula del Divino Maestro para responder a la Llamada de Dios en Irlanda
La Hna Kathryn Williams nos cuenta:
Mi encuentro con Hna Muriel Fetherston fue en 1987. Yo tenía 33 años, una juniora, llena de entusiasmo y de energía por la misión de las Discípulas del Divino maestro. Mientras estudiaba en Roma, me pidieron ir a Irlanda para continuar mis estudios. Fue en este periodo que conocí a la simpática y sociable Hna. Muriel.
¿Qué me llamó la atención de esta hermana de 61 años? En estas breves páginas, contaré algunos episodios que hablan de una vida bien vivida, una vida llena de deseos de hacer el bien.
Su fe viva y comprometida: Cuando la encontré por primera vez, Hna. Muriel había recibido un diagnóstico de cáncer y al final de una difícil sesión de quimioterapia. Estaba débil y pálida pero esta prueba en su salud, no la acobardó para nada en su espíritu.
Cuando le pregunté cómo pudo mantener una actitud positiva después de haber recibido el diagnóstico de cáncer, respondió con una chispa en los ojos: “¡Le dije que salga de mi vida!” El cáncer fue desterrado de su vida y siguió sirviendo en la misión en Irlanda.
Su espíritu de gentileza y hospitalidad: los irlandeses son conocidos por su espíritu acogedor y hospitalaria. En una ocasión, mi hermana Robyn fue invitada a Irlanda con su hija Hannah, de 18 años. Les sugerí que, cuando pasaran por Athlone, llamaran a la comunidad para saludarla. Era casi de noche cuando llegaron, y después de haber encontrado a las hermanas y compartido una taza de té irlandés y una calurosa bienvenida, mi hermana preguntó si había un lugar cercano para poder pasar la noche. Muriel exclamó rápidamente: “Lo buscaré para ti, conocemos a algunas personas muy buenas y las recomendamos”. En media hora llamó a Robyn y a Hannah y les dijo: “¡Las acompañaré al mejor alojamiento de Athlone!” Inmediatamente recogió sus cosas y las acompañó al piso en donde estaban las habitaciones de huéspedes de la comunidad. En esos breves instantes había preparado las camas y puesto flores frescas sobre la mesa. Fiel a su palabra, la hospitalidad fue exquisita y el desayuno irlandés en la mañana fue abundante, tanto como para sostenerlas durante toda la jornada.
Este hecho habló más a mi sobrina de 18 años que cualquier discurso sobre los valores de la vida religiosa. Treinta años después, Hannah e Robyn recuerdan todavía la acogida y la gentileza recibidas de parte de esta hermana. Me sentía orgullosa y feliz de saber que mi familia recibió tal gesto de hospitalidad Cuando agradecí a Muriel por este gesto, dijo las palabras que escuché varias veces de sus labios: “¡Esta casa no nos pertenece, pertenece a Dios, y debemos acoger a cuantos vienen a ella!”.
El Papa Francisco habla de la Alegría del Encuentro. Muriel había refinado y perfeccionado este espíritu mucho antes de que se volviera actual.
Adaptarse a la novedad de la vida religiosa: como en cada estilo de vida, una trampa de la vida religiosa es quedarse en una grieta de resistencia al cambio. Si algunas reglas y modos de vivir pierden el significado original, es tiempo de adaptarse creativamente, encontrando nuevas expresiones que hablen a los tiempos en los que vivimos. Para muchos, en la vida religiosa, el desafío de cambiar un aspecto u otro de una forma de vida bien estructurada, puede llevar a una pérdida de seguridad. No fue así con Hna. Muriel- Aunque ella no se hubiera definido jamás como una pionera, cuando los cambios llegaron en nuestro estilo de vida, los acogió con serenidad y gracia- Parecía saber instintivamente cómo distinguir lo esencial de lo que no lo era. Era capaz de fluir cuando le pedían diferentes coas, pero sabía cómo conservar lo valioso. Uno de sus “no negociables” era la oración y una relación afectuosa y espontánea con Dios.
Graced Aging: En las últimas semanas estoy leyendo un libro titulado: “Prueba de edad”. Se basa en un estudio científico sobre envejecer, escrito por la profesora Rose Anne Kenny. En su obra pone en evidencia el hecho de que envejecer no es nunca simplemente una cuestión de años. Mientras meditaba sobre este libro, pude ver que una vida consagrada a Dios y vivida en comunidad con otras hermanas está llena de oportunidades para envejecer bien. Una rica vida comunitaria posee el equilibrio entre la alegría del encuentro con los demás y la invitación cotidiana a alejarse dulcemente del individualismo. La vida comunitaria ofrece un estilo de vida equilibrado: comidas, risas, ritmo de trabajo y de recreación.
Hna. Muriel hoy: A los 97 años de edad, todavía brilla. Su salud se deterioró y sus piernas ya no andan como alguna vez. A la noche se siente ansiosa de ir a dormir y es muy asertiva para decirlo. No obstante, el declinar de sus fuerzas, conservó la alegría de vivir, de hacer “su ministerio” y de encontrar pequeños modos de servir. Mientras su memoria a corto plazo se desvanece, recuerda aún hoy los nombres de cada una de las hermanas y de todas las oraciones que se forjaron en su mente.
Poesía: Cuando era una joven postulante, llegó a Italia por primera vez, y se le enseñó una poesía para ayudar a asimilar el idioma.
Frecuentemente la tiene sobre sus labios y para mi resume su vida alegre y optimista. La recita con gestos elocuentes y con mucho gusto:
Ci vuole cosi poco a farsi vuole bene, (Se necesita tan poco para hacerse querer)
Una parola buona detta quando conviene (un consejo, dicho cuando conviene)
Un po’ di gentilezza, una sola carezza, (un poco de gentileza, una sola caricia)
Un semplice sorriso, che si balen in viso (una simple sonrisa que llene el rostro)
Il cuore sempre aperta ad ognuno che viene, (el corazón siempre abierto a cada uno)
Ci vuole cosi poco a farsi vuole bene! (Se necesita tan poco para hacerse querer)