Sr. M. Dolores Yamamoto
Taeko nació en Japón, su padre Siniti era jefe de tren, mientras su madre, Sigeko, cuidaba de la familia, amaba las flores y se ocupaba de un hermoso jardín.
Tuvo una infancia feliz, era la más joven de cuatro hijas, una familia de buenas personas, muy devotos y fieles budistas. Taeko acompañaba con frecuencia a su padre cuando iba al templo a rezar, se sentía muy atraída por el silencio y el clima de oración y contemplación, pero a menudo se preguntaba: “¿Dónde está el verdadero Dios?”
A la edad de diecinueve años, tuvo un accidente que la obligó a permanecer en un hospital. En la ciudad, durante dos meses, durante su estancia hospitalaria, el tío, hermano de papá, se hizo cargo de ella. Fue durante este período que Taeko conoció un mundo completamente nuevo, fueron los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y los estadounidenses todavía estaban en Japón.
En el tiempo que pasó en el hospital, conoció a una chica llamada Tomakya, tenían la misma edad, pero, percibió en ella algo diferente que no lograba explicarse. No pasó mucho tiempo antes de descubrir que era cristiana y que su fe era católica romana.
Taeko comenzó a interrogar a Tomakya sobre su fe y pronto tuvo el valor de pedirle que la llevara a la iglesia. Un domingo Tomakya la llevó a misa y la presentó al vicepárroco, un sacerdote carmelita italiano llamado padre Zanoni. Taeko pidió ser bautizada inmediatamente en la Iglesia Católica, pero el padre Zanoni le respondió: “¡No! Primero debes estudiar el catecismo durante un año, luego te haremos un examen y si el deseo en tu corazón persiste, podrás ser bautizada.”
El acercamiento con esta realidad la impresionó profundamente, tanto que comenzó a pensar que seguramente la Iglesia Católica podría ser la causa por la que había buscado la Verdad.
Comenzó fielmente el estudio del Catecismo cada martes, y cada domingo por la tarde se dirigía al convento de las Hermanas del Espíritu Santo para recibir la preparación necesaria, ¡estaba muy feliz! Sus padres desconocían su decisión de convertirse al catolicismo y, cuando tuvo el valor de informarles, comenzaron a desalentarla, su sueño era que su propia hija se casara pero, Taeko seguía repitiendo su “No”. Así que cedieron y le permitieron seguir conociendo la religión católica, seguros de que después de la primera desilusión, volvería al budismo.
Un día Taeko vio a un sacerdote misionero carmelita que caminaba bajo los árboles y quedó muy impresionada por su evidente sintonía con Dios, así que le preguntó por qué caminaba cada día con un libro en sus manos. Él respondió que estando consagrado a Dios toda su vida, aprendía a conocerlo y a acercarse a Él a través de la oración y el Oficio Divino. Esta idea de consagración total fascinó a Taeko y se preguntó si esto no era lo que había deseado durante mucho tiempo. Estaba cada vez más convencida de que debía ofrecer su Vida a Dios después de haber experimentado la profundidad de sentirse amada.
¡Pronto Taeko estuvo lista para recibir el Bautismo y fue al padre Zanoni con la petición de ser bautizada! El 15 de agosto de 1955 fue bautizada con el nombre de “Clara”. Cuando recibió los sacramentos de la Eucaristía y de la Confirmación, ¡apenas podía respirar! ¡una inmensa alegría le llenaba el corazón!
Ahora su deseo de entrar en el convento se hacía cada vez más fuerte, de modo que encontró el valor de compartirlo con un sacerdote que se quedó estupefacto ante esta petición, y le explicó que, al recibir el bautismo, y no habiendo pasado ni seis meses desde que se había convertido en “católica”, le parecía atrevido hablar de Convento y por lo tanto habría sido mejor dejarlo o… ¡empezar a pensar en el matrimonio!
En realidad, Clara no tenía ningún deseo de casarse, así que el sacerdote le aconsejó esperar un año más… Después de este tiempo, si el deseo todavía hubiese estado vivo, la ayudaría. Durante todo un año, Clara oró y oró, este tiempo le sirvió solo para confirmar y estar cada vez más decidida a consagrar su vida, así que el mismo sacerdote con quien se había confesado el año anterior, con tono serio le dijo “Recuerda, son decisiones importantes, no puedes volver atrás… ¡Que Dios esté contigo!”.
En el tiempo en que había frecuentado el catecismo, su catequista, una joven llamada Gracia (Junko Tsukamoto), que le había hecho también de madrina de Bautismo y Confirmación; un día al compartir su vida, le había dicho que iba a entrar en la Congregación de las Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro, ¡invitándola a visitarla!
Clara fue a ver a Gracia en Navidad y fue presentada a la Madre María Pía Chiavassa y a la Hermana María Luciana Lazzarini, ambas hermanas italianas. La joven se sintió inmediatamente atraída por el estilo de vida y por la oración…
Con todos los documentos listos y la bendición de su párroco: el padre Joaquín, tomó la decisión de dar el gran paso y entrar en el convento; la fecha prevista era el 8 de diciembre de 1957, pero no logró escapar de la casa de su tío, así que lo intentó de nuevo el 21 de diciembre de ese mismo año. Cuando los padres descubrieron sus intenciones, se enojaron mucho porque no se los había comunicado ¡y ellos no le habían dado su consentimiento!
Clara entró en nuestra Congregación el 21 de diciembre de 1957 como pre-postulante y un año después entró en el postulado. Fue enviada a Roma para el noviciado y partió a Italia con Nobu Umeki, que más tarde recibió el nombre religioso de Hna. María Luciana. Llegaron al puerto de Marsella en Francia y luego, continuaron por Roma, llenas de alegría al poder vivir la formación y convertirse en Pías Discípulas del Divino Maestro.
Su Primera Profesión se remonta al 7 de mayo de 1961, y se le dio el nombre de Hna. María Dolores, en honor de esa advocación de la Virgen. La Profesión Perpetua fue el 7 de mayo de 1966 en una celebración conmovedora y muy hermosa. Hna. María Dolores es una verdadera discípula misionera que ha servido a Dios en Japón, Italia, Irlanda, Francia y Estados Unidos de América. Ahora vive en la comunidad de Fresno, California, donde a pesar de su edad, sigue brillando como una hermana llena de alegría y ofreciendo su generoso servicio a todos.